Mi esposa y yo habíamos pensado que sería buena idea llevar a los gemelos a un ultrasonido de los trillizos. Entre juntas de trabajo, horario de escuela y permiso del doctor, no lo habíamos podido hacer realidad hasta esta semana. Mi esposa lleva 22 semanas de llevar a los trillizos en su útero (por no decirle panza), y por fin llevamos a los gemelos para que los conozcan.
Les dijimos un día antes para irlos preparando y emocionando más de que iban a ver a sus hermanitos en una pantalla. Ese día estaban bien emocionados y hasta desayunaron y se pusieron los zapatos a tiempo, sin tener que pedírselos 24 veces. Mi esposa se adelantó para ir haciendo el check in, y para que la sonografista la vaya viendo y midiendo el Choco Milk en los huesos de los trillizos. Eso nos recomendaron para que yo llegue con los gemelos más tarde, más o menos cuando el doctor viera a mi esposa y no se fueran a desesperar. Ese era el plan. El plan cambió.
Llegué con los gemelos después de mi esposa, pero como buen consultorio médico, mi esposa seguía esperando a que la atiendan. Estaba reposando en su cama de chequeo con toallas cubriendo su ropa y la panza al aire. Los gemelos empezaron a preguntar mil y un cosas, que por qué solo había una luz prendida, que por qué no estaba oscuro, que por qué se tenían que sentar en esas sillas, que si las podían mover, que cuándo venía el doctor, que, que, por qué, que… Por fin la sonografista entró, con otra en entrenamiento y empezó la acción.
Los bebés empezaron a aparecer en la pantalla, muy chica en opinión de mi hijo, y los gemelos no entendían ni madres. Yo les iba explicando que ahí estaba su hermanita, que ahí estaba la pancita, la cabeza, el corazón, una piernita, y nada. Las cara de what en los gemelos nadie se las quitaba. No entendían por qué se veían cosas raras en la pantalla y no fotos a todo color con buena luz y sonrisa de sus hermanitos. Estoy seguro veían algo como esos cuadros noventeros que nosotros teníamos y había que desenfocar los ojos hasta que dolieran.
Cinco minutos después y ya estaban dando vueltas en sus sillas, pidiendo moverlas de lugar, poniendo los pies en la cama de chequeo, y hasta empezaron los pedidos de “quiero snack, tengo hambre”. Les ofrecí un poquito del gel para ultrasonido pero no estuvieron muy felices de mi oferta. Por suerte la sonografista maestra tenía paciencia, y una gran aptitud para inflar guantes de latex y hacer figuras en globo. Bueno, una figura que parecía mucho ubre de vaca. Gracias señora, ahora mis hijos estaban aventándolos al aire mientras yo los bateaba para que no le cayeran a mi esposa o al equipo médico.
Creo fueron como 3 días ahí dentro hasta que se fueron y entró el doctor. Los gemelos le iluminaron la cara al doctor con una sonrisa, y él con su broken Spanish les trató de sacar plática. Se hicieron amigos, se dieron high fives y abrieron la puerta para ya irse. Nos fuimos todos felices y contentos, con paletas a la salida y nuevo álbum de fotos de los bebés.
Así como la gente va al Museo de Louvre en París y camina directo a la Mona Lisa, toma dos selfies y se va corriendo por una crepa, así más o menos fue la visita de los gemelos para ver a sus hermanitos. Buena o medio decepcionante, les dimos la experiencia de verlos. Ahora tendrán que esperar unos meses para ahora sí, verlos a todo color y resolución en vivo.
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