Hace un par de días estaba pensando en el día que les pusieron las vacunas a mis hijos, y si bien recuerdo fue hace como mes y medio, por ahí de los dos meses de edad. ¿Por qué estaba pensando en eso? Porque en dos semanas les tocan otra vez y digamos que no fue una de las experiencias más agradables que han tenido, ni ellos ni nosotros.
Poniendo a un lado la “controversia” de si ponerle o no vacunas a tus hijos (eso se lo dejo a Mark Zuckerberg aquí, a tu esposa y a ti) te voy dando el preview que la primera, al menos en mi caso con nuestro pediatra fueron 5 vacunas: 4 de jeringazo y 1 oral. Nada más de acordarme cómo las dos enfermeras, con dos jeringas cada una estaban apuntando a las piernitas de mis hijos me dan ganas de llevar mis banderas toreras y darles una probadita de lo que se siente.
Algo así fue lo que sentí cuando se las pusieron:
A menos que seas admirador de la tortura a animales, creo me entendiste.
Cada doctor y sus enfermeras ponen vacunas diferentes, no me acuerdo bien cuando me las pusieron a mi de chiquito pero estoy seguro que las lágrimas y lloridos no eran porque me dieron paleta de limón cuando en verdad quería de fresa. Pregunta bien e infórmate de cómo ponen las vacunas en el consultorio del pediatra de tus hijos, digo, si ya decidiste ponerles vacunas al menos prepárate mentalmente para lo que vas a ver (no es para tanto, pero tampoco son enchiladas – como diría mi papá).
Si fuera bebé otra vez o pudiera llevar a los míos con este doctor lo haría. ¡Hey! igual y lo localizo para mi examen de próstata dentro de unos años. Con esa técnica y despiste igual y regreso cada año.
